Segunda persona del singular



Tú. Desertor de ese trinomio que brillaba inquebrantable; tú, yo, nosotros.

Tú. Víctima y verdugo. El todo y la nada. Vida. Desidia.

Tú. Tus abrazos, tu paz, tu honestidad, tu cariño, tu amor, tu indiferencia absoluta. Tu voz.

Tú. Quien, después de nuestro primer beso, afirmó susurrando en mi oído que nuestros labios parecían hechos los unos para los otros.

Tú. Destructor y creador. Genio. Magnífico. Risueño. Jodidamente adorable. Frío, displicente.

Tú. Pasión. Furia. Vehemencia.

Tú. Provocador de dolor y desesperación, de llantos infinitos, de gritos sordos, de aullidos de auxilio, de risas, de felicidad y de ilusiones.  

Tú. La persona que me iba a querer toda la vida.

Tú. Pretérito perfecto. Futuro imperfecto.

Tú. Segunda persona y también primera persona, pero siempre del singular.


Y yo. Intentando pasar una página de un libro que ya acabé hace mucho. Tratando de cerrar una puerta que nunca existió. Deseando que toques el cielo con esos dedos mágicos y que todo esto haya merecido la pena. 

Y yo. Libre al fin. Feliz. Espléndida. 

Gracias por tanto.



05/09/2019
Vanessa Supertramp

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